Estamos rodeados de secretos.
Las familias, los amigos, incluso nosotros mismos tenemos secretos, pero son los ajenos los que nos atraen. Una puerta cerrada, un candado o una cortina nos provoca curiosidad ¿Qué habrá al otro lado? Creo que es innato el querer conocer qué es aquello y porque es secreto.
Pero ¿Qué pasa cuando somos nosotros quienes guardamos un secreto? Es secreto porque no queremos que nadie lo sepa, entonces ¿Por qué queremos descubrir los de los demás?
Empecemos por reconocer que nunca nos entregamos al cien por cien a nadie, necesitamos tener esa parcela de intimidad que solo nos pertenece a nosotros y que no queremos compartir. Es como si manteniendo escondida esa parte consiguiéramos que nuestra identidad quedara intacta. Solo nos pertenece a nosotros, es de nuestra propiedad y como nadie lo sabe esta a salvo.
Entonces ¿Por qué ese empeño en las relaciones para que no haya secretos? Yo quiero conocer los tuyos pero no contarte los míos porque entonces seré vulnerable.
Somos egoístas, sí, pero también hay secretos tan duros de guardar y, más de contar, que piensas que los demás son naderías, respetables pero sin importancia.
Hay secretos amables, felices, que cuando los recuerdas te iluminan el corazón. Pero los mantienes ocultos porque no quieres romper la magia que poseen.
Hay secretos heredados, que te han enseñado a guardar y no revelar nunca. Cargas con ellos porque así te educaron y aunque ni los entiendas ni los compartas, jamas los destaparás.
Hay secretos que guardas por obligación, los escondes por que avergüenzan, porque no quieres hacer daño a quienes forman parte ellos sin saberlo, porque crees que si los demás supieran cambiarían su visión de ti. Cargas con ellos y marcan tu vida. Quieres contarlos pero no puedes, no sabes como, y te van pudriendo. Te sientes culpable y nadie te dice que tu no tienes la culpa.
No sabemos que secretos guardan los demás así que no juzguemos tan a la ligera y no queramos conocerlos porque si queremos ser justos, entonces tendremos que descubrir los nuestros.
Pero ¡shhh! es un secreto ¿recuerdas? no se lo digas a nadie.
Las familias, los amigos, incluso nosotros mismos tenemos secretos, pero son los ajenos los que nos atraen. Una puerta cerrada, un candado o una cortina nos provoca curiosidad ¿Qué habrá al otro lado? Creo que es innato el querer conocer qué es aquello y porque es secreto.
Pero ¿Qué pasa cuando somos nosotros quienes guardamos un secreto? Es secreto porque no queremos que nadie lo sepa, entonces ¿Por qué queremos descubrir los de los demás?
Empecemos por reconocer que nunca nos entregamos al cien por cien a nadie, necesitamos tener esa parcela de intimidad que solo nos pertenece a nosotros y que no queremos compartir. Es como si manteniendo escondida esa parte consiguiéramos que nuestra identidad quedara intacta. Solo nos pertenece a nosotros, es de nuestra propiedad y como nadie lo sabe esta a salvo.
Entonces ¿Por qué ese empeño en las relaciones para que no haya secretos? Yo quiero conocer los tuyos pero no contarte los míos porque entonces seré vulnerable.
Somos egoístas, sí, pero también hay secretos tan duros de guardar y, más de contar, que piensas que los demás son naderías, respetables pero sin importancia.
Hay secretos amables, felices, que cuando los recuerdas te iluminan el corazón. Pero los mantienes ocultos porque no quieres romper la magia que poseen.
Hay secretos heredados, que te han enseñado a guardar y no revelar nunca. Cargas con ellos porque así te educaron y aunque ni los entiendas ni los compartas, jamas los destaparás.
Hay secretos que guardas por obligación, los escondes por que avergüenzan, porque no quieres hacer daño a quienes forman parte ellos sin saberlo, porque crees que si los demás supieran cambiarían su visión de ti. Cargas con ellos y marcan tu vida. Quieres contarlos pero no puedes, no sabes como, y te van pudriendo. Te sientes culpable y nadie te dice que tu no tienes la culpa.
No sabemos que secretos guardan los demás así que no juzguemos tan a la ligera y no queramos conocerlos porque si queremos ser justos, entonces tendremos que descubrir los nuestros.
Pero ¡shhh! es un secreto ¿recuerdas? no se lo digas a nadie.
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