Al terminar octavo, de la antigua EGB, un grupo de compañeras, entre las que se encontraba Susana, dejo el colegio para empezar sus estudios de Formación Profesional y el resto continuamos juntas hasta el examen de Selectividad.
Entonces no había internet ni móviles, solo teníamos el teléfono de casa, pero no teníamos costumbre de usarlo ¿para que si nos veíamos todos los días? Así es que nos distanciamos sin darnos cuenta que lo hacíamos, a esa edad la vida va muy deprisa y no te paras a mirar atrás.
Ocurría, además, que Susana no vivía en el barrio y tenia su propio grupo de amigos en el entorno donde vivía por lo que era difícil que nos encontráramos. Y así continuo nuestra vida, cada una por su camino. No puedo decir que no me acordara de ella porque si lo hacía pero de la forma que se hace a los catorce años, sin pena.
Hasta que un día estando en clase entró la que entonces era nuestra tutora, Sor Ana, una de nuestras queridas monjas licenciada en física y química y que, además, era nuestra profesora en estas materias. Recuerdo la confusión al verla entrar interrumpiendo en mitad de una clase. Con cara seria, gesto de preocupación y una enorme tristeza nos informó de que Susana había muerto. No hubo revuelo, todas la mirábamos como si no supiéramos de que estaba hablando, era imposible, se había confundido, ¡no podía ser cierto! pero si, era dolorosamente cierto, intentaba contarnos las circunstancias pero yo ya no la oía. Se acerco a mi, quizás dándose cuenta del mazazo que suponía para mí la perdida. Yo era la que durante el tiempo de tutoría renegaba de la existencia de su Dios, la que imponía la muerte prematura como argumento implacable contra su bondad, la que exigía respuestas a la perdida de mi padre.
Recuerdo su cara de desconcierto mirándome, intentando buscar palabras inexistentes para consolarme y sólo acertó ha acariciarme dulcemente la cara compartiendo mi enorme dolor.
Al día siguiente fuimos todas al entierro y cuando su madre y su hermana mayor me vieron vinieron corriendo para abrazarme desconsoladas. Yo había estado en su casa en varias ocasiones escuchando incansablemente al amor platónico de Susana, Camilo Sexto, que por aquella época triunfaba interpretando Jesucristo Superstar, y allí escuche por primera vez a un grupo que se convirtió en un de mis favoritos, Triana.
Tras el entierro, madre y hermana me contaron las circunstancias de la muerte de Susana. Había muerto a causa del abuso de las drogas.
Entonces no había internet ni móviles, solo teníamos el teléfono de casa, pero no teníamos costumbre de usarlo ¿para que si nos veíamos todos los días? Así es que nos distanciamos sin darnos cuenta que lo hacíamos, a esa edad la vida va muy deprisa y no te paras a mirar atrás.
Ocurría, además, que Susana no vivía en el barrio y tenia su propio grupo de amigos en el entorno donde vivía por lo que era difícil que nos encontráramos. Y así continuo nuestra vida, cada una por su camino. No puedo decir que no me acordara de ella porque si lo hacía pero de la forma que se hace a los catorce años, sin pena.
Hasta que un día estando en clase entró la que entonces era nuestra tutora, Sor Ana, una de nuestras queridas monjas licenciada en física y química y que, además, era nuestra profesora en estas materias. Recuerdo la confusión al verla entrar interrumpiendo en mitad de una clase. Con cara seria, gesto de preocupación y una enorme tristeza nos informó de que Susana había muerto. No hubo revuelo, todas la mirábamos como si no supiéramos de que estaba hablando, era imposible, se había confundido, ¡no podía ser cierto! pero si, era dolorosamente cierto, intentaba contarnos las circunstancias pero yo ya no la oía. Se acerco a mi, quizás dándose cuenta del mazazo que suponía para mí la perdida. Yo era la que durante el tiempo de tutoría renegaba de la existencia de su Dios, la que imponía la muerte prematura como argumento implacable contra su bondad, la que exigía respuestas a la perdida de mi padre.
Recuerdo su cara de desconcierto mirándome, intentando buscar palabras inexistentes para consolarme y sólo acertó ha acariciarme dulcemente la cara compartiendo mi enorme dolor.
Al día siguiente fuimos todas al entierro y cuando su madre y su hermana mayor me vieron vinieron corriendo para abrazarme desconsoladas. Yo había estado en su casa en varias ocasiones escuchando incansablemente al amor platónico de Susana, Camilo Sexto, que por aquella época triunfaba interpretando Jesucristo Superstar, y allí escuche por primera vez a un grupo que se convirtió en un de mis favoritos, Triana.
Tras el entierro, madre y hermana me contaron las circunstancias de la muerte de Susana. Había muerto a causa del abuso de las drogas.
¿Drogas? lo más que sabía de ellas se limitaba a los porros, que yo no fumaba, pero que se empezaban a poner tristemente de moda entre los de mi edad. No sabíamos lo que era el caballo, ni la coca, ni lo que era pincharse, ni lo que era la drogodependencia, ni la desintoxicación, ni el mono ni nada de lo que sabemos hoy en día sobre el abuso de determinadas sustancias, hasta en eso Susana fue la primera.
Debieron de darse cuenta de mi desconcierto y, armándose de una amorosa paciencia me fueron detallando lo que había sido la vida de Susana desde que dejo el colegio. Resumiendo, había empezado a fumar porros y continuo experimentando con todo lo que se ponía a su alcance. Había estado en un centro de desintoxicación pero al salir todo volvió a repetirse. Se habían convertido en tristes expertas del tema, pero lo que intentaban era que yo entendiera lo que Susana y ellas habían sufrido, que aprendiera la lección sobre las consecuencias del consumo de drogas. Y qué, en aquellos momentos, se dedicaran a explicarme tan dura experiencia para que no se me olvidara, jamás podré agradecérselo lo suficiente.
Fue la última lección sobre la vida que nos dio Susana, pero fue la más importante de nuestras vidas y la aprendimos a base de dolor, pero la aprendimos.
Esta historia mi hija la sabe de memoria porque no me cansaba de contársela. Todos los padres tenemos un miedo atroz a que nuestros hijos caigan en las drogas y/o en el alcoholismo, a las malas amistades, y yo tenia esta historia real como triste como ejemplo
Debieron de darse cuenta de mi desconcierto y, armándose de una amorosa paciencia me fueron detallando lo que había sido la vida de Susana desde que dejo el colegio. Resumiendo, había empezado a fumar porros y continuo experimentando con todo lo que se ponía a su alcance. Había estado en un centro de desintoxicación pero al salir todo volvió a repetirse. Se habían convertido en tristes expertas del tema, pero lo que intentaban era que yo entendiera lo que Susana y ellas habían sufrido, que aprendiera la lección sobre las consecuencias del consumo de drogas. Y qué, en aquellos momentos, se dedicaran a explicarme tan dura experiencia para que no se me olvidara, jamás podré agradecérselo lo suficiente.
Fue la última lección sobre la vida que nos dio Susana, pero fue la más importante de nuestras vidas y la aprendimos a base de dolor, pero la aprendimos.
Esta historia mi hija la sabe de memoria porque no me cansaba de contársela. Todos los padres tenemos un miedo atroz a que nuestros hijos caigan en las drogas y/o en el alcoholismo, a las malas amistades, y yo tenia esta historia real como triste como ejemplo
Desgraciadamente todos tenemos amigos/as que hemos perdido por las drogas y, aunque alguno siga vivo físicamente, mentalmente es como si no estuviera en este mundo.
ResponderEliminarYo trabajo con niños en una zona deprimida y el tema,por desgracia, está a la orden del día.
ResponderEliminarEs muy triste ver como lo ven como algo normal y habitual, es difícil hacerles ver lo peligroso que es.
Besos
Hola @Miguel Ángel
ResponderEliminarEs verdad, pero en aquella época, quizás por la edad o porque empezaban a entrar en España y el desconocimiento, convirtió aquel fallecimiento en un lección para toda la vida. Gracias mi niño ;)
Besos enormes.
Hola @Canoso
ResponderEliminarHoy en día hay información y medios de los que en aquella época carecíamos, aprendimos a base de perder amigos. Gracias mi niño ;)
Besos enormes
Lamentablemente fue la peor forma de aprender aquella lección. El mejor recuerdo para Susana haber aprendido la lección.
ResponderEliminarUn beso
Una lástima... y lo peor es que hoy hay más información pero no creo que vaya a menos.-
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola @Javier
ResponderEliminarEra todo vitalidad, la líder del cole, la que nos "contaba" las verdades de la vida. Si, fue su última lección pero inolvidable. Gracias mi campeón ;)
Besos enormes
Hola @Raquel
ResponderEliminarEntonces no había información y ahora que la hay, además de medios y soluciones, sigue ocurriendo. Una lastima. Gracias mi niña ;)
Besos enormes
Maldita droga!! Gracias por contarlo.
ResponderEliminarUn abrazo
Hola @Lola
ResponderEliminarSi, cuantas personas y familias destrozadas por ella. Gracias brujita ;)
Besos enormes