Y de repente un día me descubrí preguntándome cosas sin sentido, cuestionándome mis principios, pensando si no era yo la equivocada, y desde ese momento entré de lleno en una angustiosa espiral, la de la ansiedad, la depresión, la enorme tristeza y la incontinencia emocional.
La autoestima inexistente, la seguridad en mi y en lo que hacia ausente, la certeza en mis decisiones desaparecida.
¿Y qué se siente cuando no se siente nada? no lo sé porque yo si sentía. El borde del abismo, un pozo sin fondo, la oscuridad más absoluta y una soledad inmensa.
Y de repente aparecieron en mi vida las pastillas, psicólogos, psiquiatras y terapeutas, extraños que indagan en mi vida, a los que cuento como me siento y les suplico ayuda. Salieron los demonios del presente y del pasado, una suma con un resultado negativo y desorbitado.
Y quise solucionarlo rápido, acelerar el desenlace y apareció el agobio por el tiempo de baja y esto no ayudaba, empeoraba.
Y de repente un día descubrí que necesito tiempo para ganar las batallas una a una y desapareció el agobio y apareció la esperanza.
Ahora voy matando fantasmas malignos, mandando demonios al cielo y antes de acostarme miro debajo de la cama por si alguno se ha escondido para atacarme durante el sueño.
Y de repente los días pasan entre buenos, malos y regulares, pero pasan y doy un paso al frente y aunque a veces me pare o retroceda sé que mañana será otro día y que si puedo avanzar dos pasos lo haré.
La autoestima inexistente, la seguridad en mi y en lo que hacia ausente, la certeza en mis decisiones desaparecida.
¿Y qué se siente cuando no se siente nada? no lo sé porque yo si sentía. El borde del abismo, un pozo sin fondo, la oscuridad más absoluta y una soledad inmensa.
Y de repente aparecieron en mi vida las pastillas, psicólogos, psiquiatras y terapeutas, extraños que indagan en mi vida, a los que cuento como me siento y les suplico ayuda. Salieron los demonios del presente y del pasado, una suma con un resultado negativo y desorbitado.
Y quise solucionarlo rápido, acelerar el desenlace y apareció el agobio por el tiempo de baja y esto no ayudaba, empeoraba.
Y de repente un día descubrí que necesito tiempo para ganar las batallas una a una y desapareció el agobio y apareció la esperanza.
Ahora voy matando fantasmas malignos, mandando demonios al cielo y antes de acostarme miro debajo de la cama por si alguno se ha escondido para atacarme durante el sueño.
Y de repente los días pasan entre buenos, malos y regulares, pero pasan y doy un paso al frente y aunque a veces me pare o retroceda sé que mañana será otro día y que si puedo avanzar dos pasos lo haré.