Pues ya pasó el día.
Dormí bien, me levanté con ganas de afrontarlo y tras el desayuno y una ducha para despejarme salí de casa con la ilusión de volver al trabajo, ese que tanto me gusta y que tanto me ha aportado.
Llegué a la oficina y ¡sorpresa! no cuentan conmigo, no hay sitio para mi, así de duro y así de simple ¿excusas? la tan traída y llevada crisis, ajustes presupuestarios y de personal ... si todo muy real lamentablemente, y la solución es prescindir de mi y devolverme a mi antiguo puesto de hace diez años.
Y a tan inesperado recibimiento salió la indignación y la rabia pero ¡no lloré!
- Me parece bien lo que me cuentas pero no lo entiendo.
- Pues es así.
- Muy bien, pero precisamente prescindes de uno de los sueldos más bajos de la oficina.
- Si tu lo dices.
- Si, claro que lo digo y te lo demuestro cuando quieras (monologo en mi cabeza: y mantienes dos sueldos altísimos que, mira tú por donde, corresponden a un alcohólico con vena agresiva que en cualquier otro sitio le habrían puesto hace ya mucho de patitas en la calle, y a un vago redomado que encima no sabe hacer la "o" con un canuto).
- ¿Y después de los años dedicados en exclusiva a este trabajo a costa de mi familia, de los días sin horarios, de los festivos trabajados y ni pagados ni recuperados, del acoso laboral sistemático que me ha llevado a esta depresión y por la que he estado de baja me dices que no merezco ni la más mínima oportunidad?
- Te repito que es lo que hay, así es que vete ha ver a tu jefe de personal y que él te cuente.
- Muy bien, pues voy a recoger mis cosas.
- No mujer, no hay prisa ...
- Si, si la hay, y cuanto antes mejor.
- Bueno, es que tu mesa la hemos cambiado de sitio ...
- Tú solo dime donde está.
¿Y donde estaba mi mesa? Pues tirada en una especie de sala de reuniones y la habían dejado allí el día anterior, igual pensaba que si la dejaba donde estaba me iba a encadenar a ella o algo así.
Así es que he recogido todo lo que es mío y he dicho adiós.
Mi jefe de personal, encantador y sincero, me ha preguntado que como me encuentro y si creo que puedo empezar a trabajar, me ha confirmado que se ha encontrado igual de sorprendido que yo, hemos hablado largo y tendido, me ha expuesto lo que hay y que tratará de buscar un departamento lo mejor posible, hemos convenido el horario ¡voy a tener horario, a saber a que hora entro y a que hora salgo, todavía no me lo creo! y ¡me ha dado unos días de vacaciones! para poder ver tranquilamente el asunto.
Y aquí estoy, en casa de vacaciones.
No espero milagros porque sé que las cosas no están bien en ningún lado, pero empiezo una nueva etapa y me merezco darme una oportunidad.
De la oficina me voy con la cabeza muy alta, satisfecha y mucho del trabajo realizado, no me arrepiento absolutamente de nada porque lo que hice lo hice de corazón y porque creía en lo que hacia.
No voy a dejar las cosas así, no estoy dispuesta a que mi trayectoria profesional y mi imagen se vean dañadas por la injusticia y la soberbia, simplemente porque sé que no me lo merezco, no quiero agradecimientos, no los necesito, pero si quiero que se sepa la verdad, lo siento si alguien sale perjudicado .... ¡no, no lo siento, que coño! mayor perjuicio que el que me han causado a mi no va a ser.
Y eso ha sido todo. Estoy bien anímicamente, muy decepcionada eso si, pero sorprendentemente estoy bien.
De nuevo gracias a todos porque habéis sido como unos angelitos revoloteando a mi alrededor. Mañana ..., bueno dentro de un rato, me pondré al día de lecturas y comentarios.
Por cierto, el Amiplín y el Keledén ¡mano de santo! te quedas de agustito ... ¡lo recomiendo!
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