... escuchar, escuchar, escuchar, escuchar, escuchar, ...
... dialogar, dialogar, dialogar, dialogar, dialogar ...
... comunicarse, comunicarse, comunicarse, comunicarse, comunicarse, ...
... hablar, hablar, hablar, hablar, hablar, ...
¡Parece tan fácil! Es más, debería ser lo normal pero, lamentablemente, no lo es.
A veces callamos creyendo que así evitamos un problema, o para no entrar en polémica, o por un falso y mal entendido respeto, o por miedo a provocar algo que no queremos y de lo que preferimos huir. Pero lo único que conseguimos es posponer lo que, antes o después, se convertirá, inevitablemente, en una batalla dialéctica en la que solo habrá perdedores.
Y lo hacemos por que casi nunca escuchamos, sólo oímos, y en el recuerdo quedan solo palabras sueltas, sin sentido y tan fuera de contexto que solo provocan un enorme dolor, y a la menor oportunidad, en el momento más inesperado y siempre inoportuno, explotamos.
Se provocan malentendidos que traen la sinrazón, la rabia, la tristeza, el llanto incontrolado, los enfrentamientos injustificables, silencios intolerables, ausencias inexcusables, ...
Si escucháramos, tan sólo eso, escuchar, aparecería el dialogo, y con el, la imprescindible comunicación, ¡Y sería todo tan fácil ...!
... escuchar, escuchar, escuchar, escuchar, escuchar, ...
... dialogar, dialogar, dialogar, dialogar, dialogar ...
... comunicarse, comunicarse, comunicarse, comunicarse, comunicarse, ...
... hablar, hablar, hablar, hablar, hablar, ...
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