Vivía cerca del mar y como cada tarde, salió a dar un paseo por la playa solitaria, sintiendo cómo se hundían sus pies descalzos en la tibia arena blanca. Miraba el horizonte con añoranza, convencida de que su amor soñado se encontraba allende el mar. Sabía que su sueño era posible, porque había leído tantas historias de amor, que se sentía personaje de aquellos relatos. Sabía de tantos encuentros en la distancia, de tantos abrazos con el pensamiento, que tenía la certeza de que su verdadero amor la esperaba en algún puerto lejano.
Día tras día se acercaba a la orilla y contemplaba el ocaso. Sentía que en algún punto de aquel horizonte tenía que estar él, donde el sol se despertaba, en otra orilla de otra playa, paseando también con sus pies descalzos, sintiendo otra arena quizá más negra y más fría, pero esperándola a ella, soñando con ella, convencido también de que algún día se encontrarían.
Una tarde, ella escribió en una hoja de papel las palabras más bellas jamás soñadas, segura de que su amor algún día las leería. Palabras de dulzura, ternura e ilusión. Un mensaje imposible de olvidar que los llevaría al encuentro deseado.
Encerró aquella carta en una botella de cristal y la lanzó al mar, fiel cartero que la llevaría a su amado, tobogán que empujaría sus sueños a la otra orilla de la otra playa donde aquel hombre la estaba esperando.
Día tras día regresaba a su rincón solitario, convencida de que recibiría la contestación a su correspondencia. Dulce e inocente amor que miraba cada tarde fijamente aquel punto entre el cielo y el mar, con la esperanza de ver aparecer su rostro, de oír la voz de sus lamentos, de sentir la pasión de su hechizo.
Día tras día volvía a la playa de su soledad, esperando convencida que en pocas horas, las palomas de sus manos acariciarían los cabellos sedosos de su amante, se unirían piel con piel escondiéndose en la noche con el arrullo de las olas.
Hablaba con la luna y le pedía que alumbrara el camino de su amado, que lo trajera hasta su orilla, que el canto de las sirenas no perturbara en las noches el firme sendero que lo atraería a su pasión.
Hablaba con la luna y le contaba sus deseos, envolviéndose en la húmeda arena, donde esperaba horas y horas la llegada de aquel soñado amor.
Hacía muchas lunas que la luna conocía el destino de los trozos de cristal, esparcidos por distintas playas del mundo. Hacía muchas lunas que la luna sabía de aquel papel mojado, con tanto fuego en sus letras que luchaba encarnizadamente por no deshacerse en las aguas de los mares por los que cruzaba.
Hacía muchas lunas que aquel hombre miraba el horizonte, desde aquella playa de arena negra, por la que paseaba cada día convencido de que su verdadero amor le esperaba en alguna otra orilla, lejos de su rincón solitario.
Hacía muchas lunas que la luna había dejado de luchar con el mar que separaba aquellos dos seres enamorados.
La escritora de esta belleza es LIGIA, autora del blog Despertares que inauguro en el año 2007, nada más y nada menos.
Y cuando hablo de escritora lo hago con conocimiento de causa. Muchos de sus relatos han obtenido el primer premio y otros han quedado entre los mejores, en los diferentes certámenes a los que han sido presentados. Creo que con esta información pocas dudas hay de la calidad de sus letras.
¿Que si recomiendo el blog? ¡Uf! Casi os obligaría a que pasarais por él, además de relatos, realiza unos muy buenos reportajes fotográficos de las tradiciones de sus queridas Islas Canarias
Independientemente de todo lo anterior, LIGIA ha sido la primera persona que comentó uno de los post en este humilde blog, fue el 16 de Julio del 2009.
Desde entonces no ha faltado nunca. Ha estado es lo bueno y en lo malo, en lo estupendo y en lo peor, ha "visto" crecer a mi niño y mi evolución en estos años.
Jamás podré agradecérselo lo suficiente, no creo que ni ella misma sea consciente de la importancia de su presencia.
Incluso me enseñó lo que era el astrágalo ¿Te acuerdas?
Día tras día se acercaba a la orilla y contemplaba el ocaso. Sentía que en algún punto de aquel horizonte tenía que estar él, donde el sol se despertaba, en otra orilla de otra playa, paseando también con sus pies descalzos, sintiendo otra arena quizá más negra y más fría, pero esperándola a ella, soñando con ella, convencido también de que algún día se encontrarían.
Una tarde, ella escribió en una hoja de papel las palabras más bellas jamás soñadas, segura de que su amor algún día las leería. Palabras de dulzura, ternura e ilusión. Un mensaje imposible de olvidar que los llevaría al encuentro deseado.
Encerró aquella carta en una botella de cristal y la lanzó al mar, fiel cartero que la llevaría a su amado, tobogán que empujaría sus sueños a la otra orilla de la otra playa donde aquel hombre la estaba esperando.
Día tras día regresaba a su rincón solitario, convencida de que recibiría la contestación a su correspondencia. Dulce e inocente amor que miraba cada tarde fijamente aquel punto entre el cielo y el mar, con la esperanza de ver aparecer su rostro, de oír la voz de sus lamentos, de sentir la pasión de su hechizo.
Día tras día volvía a la playa de su soledad, esperando convencida que en pocas horas, las palomas de sus manos acariciarían los cabellos sedosos de su amante, se unirían piel con piel escondiéndose en la noche con el arrullo de las olas.
Hablaba con la luna y le pedía que alumbrara el camino de su amado, que lo trajera hasta su orilla, que el canto de las sirenas no perturbara en las noches el firme sendero que lo atraería a su pasión.
Hablaba con la luna y le contaba sus deseos, envolviéndose en la húmeda arena, donde esperaba horas y horas la llegada de aquel soñado amor.
Hacía muchas lunas que la luna conocía el destino de los trozos de cristal, esparcidos por distintas playas del mundo. Hacía muchas lunas que la luna sabía de aquel papel mojado, con tanto fuego en sus letras que luchaba encarnizadamente por no deshacerse en las aguas de los mares por los que cruzaba.
Hacía muchas lunas que aquel hombre miraba el horizonte, desde aquella playa de arena negra, por la que paseaba cada día convencido de que su verdadero amor le esperaba en alguna otra orilla, lejos de su rincón solitario.
Hacía muchas lunas que la luna había dejado de luchar con el mar que separaba aquellos dos seres enamorados.
La escritora de esta belleza es LIGIA, autora del blog Despertares que inauguro en el año 2007, nada más y nada menos.
Y cuando hablo de escritora lo hago con conocimiento de causa. Muchos de sus relatos han obtenido el primer premio y otros han quedado entre los mejores, en los diferentes certámenes a los que han sido presentados. Creo que con esta información pocas dudas hay de la calidad de sus letras.
¿Que si recomiendo el blog? ¡Uf! Casi os obligaría a que pasarais por él, además de relatos, realiza unos muy buenos reportajes fotográficos de las tradiciones de sus queridas Islas Canarias
Independientemente de todo lo anterior, LIGIA ha sido la primera persona que comentó uno de los post en este humilde blog, fue el 16 de Julio del 2009.
Desde entonces no ha faltado nunca. Ha estado es lo bueno y en lo malo, en lo estupendo y en lo peor, ha "visto" crecer a mi niño y mi evolución en estos años.
Jamás podré agradecérselo lo suficiente, no creo que ni ella misma sea consciente de la importancia de su presencia.
Incluso me enseñó lo que era el astrágalo ¿Te acuerdas?
Gracias LIGIA por permitirme compartir uno de tus admirables trabajos.