Que ganas tenía de ponerme delante del teclado y hablar de alegrías.
No he desaparecido, ni me he escapado, ni he estado de bajón, ya podéis quitar los carteles de 'Se busca' jejeje. Gracias por los mail y mensajes preocupados, sois increíbles. Os pido disculpas por no responder a vuestros comentarios que tanto agradezco, ni pasar por vuestras casas y felicitaros.
Aunque de ánimo estoy bien no puedo negar que he pasado una racha de nervios en un largo final de año que, menos mal, ya es historia.
Noviembre ya avisaba.
Javi con un esguince en fin de semana y de ir urgencias ¡No! rotundo. El lunes se fue a trabajar. Evidentemente tuvo que volver y pasar por el medico en contra de su voluntad.
Seguidamente yo también di guerra ¿Por qué no? Ya puestos ¿Qué más daba?
Como había tanta tranquilidad en casa ¿Por qué no empezar unas obras previstas para Diciembre? ¡Hala! Pues empezaron.
Diciembre llegó casi con el fin del ruido de taladros, polvo y olor a silicona, pero quedaba eliminar las evidencias, es decir, ahora me tocaba a mi. Me armé con los artilugios de limpieza y empecé la guerra.
Ya os contó mi niño que Javi me había regalado un
precioso cachorro de boxer atigrado al que pusimos de nombre Goofy. Pero el regalo venia con condiciones: yo tenía que educarle, sacarle a la calle y ocuparme de él en todos los sentidos.
Mi problema de salir de casa ya no existe. Goofy necesita largos paseos y ejercicio, así es que estoy encantada con estas salidas. He recuperado algo que necesitaba, el placer de pasear.
El boxer es una raza que siempre me ha gustado por su especial carácter. Le llaman el perro guardería y terapeutas y psicólogos lo recomiendan a quienes padecen depresión. Es juguetón incluso de adulto y protege a los niños siendo cómplice en sus juegos.
Se me ha secado la boca de repetir a todos ¡Que no es un perro de presa! y en absoluto peligroso.
Cualquier tienda o clínica veterinaria, exigen una licencia al futuro comprador antes de entregar perros de este tipo y el boxer no está entre ellos.
Siempre hay algún descerebrado irresponsable e inhumano que hace de cualquier animal autenticas fieras, da igual la raza que sea, incluso a los más dóciles pueden convertirlos en peligrosos. Me pregunto quien es el animal.
En Nochebuena Goofy empezó a caer. Pensamos que podía ser un catarro, pero en Navidad gemía sólo con rozarle y al día siguiente su estado era tan alarmante que le llevé urgentemente al veterinario.
Radiografías y analítica confirmaban lo que la veterinaria se temía, no era un catarro, había una infección y podía ser de huesos. Coctel de antibióticos más antiinflamatorios e ir viendo su evolución.
En un semana mi compañero perdió sus fuerzas y la musculatura, el lomo estaba tan curvado que parecía una joroba, era incapaz de levantar la cabeza, sólo comía de la mano y el agua se la dábamos con una jeringuilla.
Puse un colchón en el salón para dormir, no quería separarme de él. Era injusto, sólo tenía seis meses ¡Era un bebé!
Así terminamos el 2012 y empezamos el 2013.
Quedaban dos pruebas más y ambas neurológicas, sacarle líquido cefalorraquídeo para analizarlo y una resonancia, ésta dependía del resultado de la primera.
Le anestesiaron y realizaron el análisis. Ahí estaba, diagnostico confirmado: Goofy tenía meningitis, nada contagiosa para nosotros, pero a él le podía costar su joven vida si no se trataba adecuadamente.
La veterinaria sabia lo que buscaba cuando pidió cita en la clínica neurológica, y con su tratamiento de antibióticos por adelantado había acertado. La neuróloga sólo añadió corticoides y alimentación rica en calorías por unos días.
Así como en una semana se apagó hasta hacernos pensar en lo peor, en una semana ha empezado a recuperarse de manera espectacular. Ha cumplido siete meses, come (lo suyo y lo de Patxi si despista) y bebe él solo, levanta la cabeza, ha desaparecido la joroba, poco a poco va recuperando musculatura, ya corre y de nuevo hay que tener cuidado con lo que dejamos a su alcance.
Aun queda un poquito, pero no es nada para lo que ha ganado.
Cada raza tiene predisposición a determinadas enfermedades y los boxer pueden padecer meningitis. Esto no significa que TODOS sufran alguna enfermedad, sólo que raramente.
A Goofy le ha tocado, puede volver a ocurrir pero ya conocemos los síntomas y no tendrá que sufrir.
En unos días mi compañero y yo volveremos a disfrutar de nuestros largos paseos.
Lo más grande, lo mejor, lo inolvidable, la alegría de las alegrías es sin duda ninguna mi niño ¡Ya tiene cuatro añazos! Y he disfrutado con él de la visita de los Reyes Magos, pero eso mejor que os lo cuente él.