De pronto empezamos a sentir cosquillas o mariposas en nuestro interior. No sabemos como pero nuestras hormonas ahora tienen vida propia, tanto tiempo escondidas y de repente explotan y todo se convierte en ahora o nunca.
Si descubrimos a un chico mirándonos bajamos la vista avergonzadas, nos suben los colores y el corazón empieza a latir como si se quisiera escapar y lo que antes hubiera podido ser una sonrisa ahora se convierte en querer escondernos debajo de la mesa o detrás de la columna, pero eso si, mirando por el rabillo del ojo al culpable de tanta desazón.
Empezamos a mirarnos al espejo y nos descubrimos poniéndonos guapas hasta para salir a comprar el pan. Las miradas perdidas y los roces de paso nos tienen en vela hasta las tantas y soñamos con amores imposibles. Todo se vuelve dramático, las ilusiones y las decepciones.
¿Pero qué chicos nos gustan? Los malos, los duros, los de mirada fría y gesto severo, los que causan problemas. Porque nosotras en esa mirada fría vemos tristeza, en el gesto severo gritos de socorro y si causan problemas es porque son unos incomprendidos. Y para eso estamos nosotras, para salvarles y protegerles porque nuestro amor lo puede todo. Y aunque no nos haga ni caso nosotras sabemos que nuestro destino es estar juntos.
Hasta que aparece otro aun más duro y volvemos otra vez a la misma espiral, al amor dramático de película.
Y así nos vamos enamorando y desenamorando a lo largo de nuestra vida hasta que nos hartamos de proteger lo imposible y queremos ser nosotras las protegidas.
Buscamos al que nos mira a los ojos, al que se fija en que nos hemos cortado el pelo, el que está pendiente de nuestro ánimo, el que sabe cuando dar un abrazo y responde a nuestra pasión.
A veces nos equivocamos simplemente porque la perfección no es perfecta, pero ya no escribimos el guión de Romeo y Julieta con su dramático final, queremos el que dice ... Y fueron felices y comieron perdices.
¿Significa esto que hemos renunciado a la ilusión del amor juvenil? No, simplemente hemos madurado y preferimos reír en compañía que llorar en soledad, conocer lo que tenemos a ignorar, y además ahora sabemos que el amor no tiene porque ser dramático, lo hay también dulce, tierno, sereno, alegre y con colores y reclamamos nuestro derecho a sentirlo.
Si descubrimos a un chico mirándonos bajamos la vista avergonzadas, nos suben los colores y el corazón empieza a latir como si se quisiera escapar y lo que antes hubiera podido ser una sonrisa ahora se convierte en querer escondernos debajo de la mesa o detrás de la columna, pero eso si, mirando por el rabillo del ojo al culpable de tanta desazón.
Empezamos a mirarnos al espejo y nos descubrimos poniéndonos guapas hasta para salir a comprar el pan. Las miradas perdidas y los roces de paso nos tienen en vela hasta las tantas y soñamos con amores imposibles. Todo se vuelve dramático, las ilusiones y las decepciones.
¿Pero qué chicos nos gustan? Los malos, los duros, los de mirada fría y gesto severo, los que causan problemas. Porque nosotras en esa mirada fría vemos tristeza, en el gesto severo gritos de socorro y si causan problemas es porque son unos incomprendidos. Y para eso estamos nosotras, para salvarles y protegerles porque nuestro amor lo puede todo. Y aunque no nos haga ni caso nosotras sabemos que nuestro destino es estar juntos.
Hasta que aparece otro aun más duro y volvemos otra vez a la misma espiral, al amor dramático de película.
Y así nos vamos enamorando y desenamorando a lo largo de nuestra vida hasta que nos hartamos de proteger lo imposible y queremos ser nosotras las protegidas.
Buscamos al que nos mira a los ojos, al que se fija en que nos hemos cortado el pelo, el que está pendiente de nuestro ánimo, el que sabe cuando dar un abrazo y responde a nuestra pasión.
A veces nos equivocamos simplemente porque la perfección no es perfecta, pero ya no escribimos el guión de Romeo y Julieta con su dramático final, queremos el que dice ... Y fueron felices y comieron perdices.
¿Significa esto que hemos renunciado a la ilusión del amor juvenil? No, simplemente hemos madurado y preferimos reír en compañía que llorar en soledad, conocer lo que tenemos a ignorar, y además ahora sabemos que el amor no tiene porque ser dramático, lo hay también dulce, tierno, sereno, alegre y con colores y reclamamos nuestro derecho a sentirlo.
Ay!! a veces somos masoquistas, y nos empeñamos en amores que nos hacen sufrir y no valoramos suficientemente al compañero que está en las duras y las maduras...
ResponderEliminarBesos
Ainsss... yo tuve un amor platónico en el instituto y otro unos años más tarde... y lo peor de todo... no aprendí del primero lo mal mal maaaaaaaaal que lo pasé y volví a "sufrir" (entre comillas). Pero lo de renunciar a la ilusión del amor juvenil... espero conservarla cuando llegue a awelilla.
ResponderEliminarHola Alondra! ¡son cosas de la juventud! que le vamos ha hacer.
ResponderEliminarUn abrazo enorme.
Hola Anita! ¡Ay juventud divino tesoro! No renuncies nunca a la ilusión si a la ingenuidad.
Un abrazo enorme
Cuanta verdad en tu escrito. el amor es así siempre,... me gusto
ResponderEliminarSaludos fraternos
Un abrazo
Ayy que razón llevas, y es que me has descrito a la perfección..somo más tontas..con lo fácil que es elegir a alguien que te quiere y te protega y nos vamos a los chicos malos...pero si es verdad que con la edad aprendes la lección, como dices tú, maduramos, me gusto mucho tu post..
ResponderEliminarUn besete!
Hola Adolfo! Es algo por lo que pasamos todos en algún momento ¿no?
ResponderEliminarUn abrazo enorme.
Hola Cuchillita! Me alegro que te haya gustado. Yo creo que todas nos sentimos igual a cierta edad. ¡Ahhh! el amor ....
Un abrazo enorme
Pues yo voy a romper una lanza por los que no somos duros, por los que no somos malos, pero gritamos igual, a sabiendas que tenemos todas las de perder ante los primeros.
ResponderEliminarEspero no perder nunca mi carácter enamoradizo, ya sea juvenil o no, porque no hay nada igual que te haga las mismas cosquillas.
Besos.
Hola Joseluinik! Es que nunca hay que perder la capacidad de enamorarse,
ResponderEliminarel amor mueve el mundo y no es una tontería.
Un abrazo enorme
Cada uno posee su propia esencia, incluso para amar... y es a la que hay que hacerle caso. Todo lo que no sea así, es el acomodaticio autoengaño.
ResponderEliminarDescubrir esa esencia y mantener una coherencia con ella, o sea... madurar emocionalmente, es el mejor camino para amar.
Bicos.
Bienvenido Vagalume! Me gusta tu comentario y estoy de acuerdo con él.
ResponderEliminarUn abrazo
Es curioso... Todo tiene su edad menos el amor, que no se autoimpone ninguna regla cuando trabaja.
ResponderEliminar¡Ay, el amor! Aquellas mariposas devorando tu estómago...
Besos.
Hola Onminayas! Si es verdad, el amor no tiene edad y nos mantiene las ilusiones.
ResponderEliminarUn abrazo enorme