Los niños ya estaban en la cama, nada más oír en la tele el "vamos a la cama ..." habían desfilado igual que los dibujos, ¡que sabían ellos!
Estaba sola en aquella enorme casa donde lo único que se oía era el silencio ¿y ahora qué? ... y ahora que ...
Acababa de enterrar a su marido, ya estaba, ya no había duda, la había dejado sola con la enorme responsabilidad de salir adelante con sus dos hijos ... ¿como?
Durante la triste ceremonia todos habían sido muy amables y cariñosos, todos le repetían una y otra vez que no estaba sola, que la ayudarían, que contara con ellos, que iban a estar a su lado ... Pero ella sabia muy bien lo que pasa con las palabras ... y con las buenas intenciones. No, no les estaba juzgando, simplemente sabía que el tiempo iría pasando y que quienes aun no tenían la vida hecha estaban empezando a crearla y eso implica responsabilidades, unas responsabilidades en las que ni sus hijos y ni ella tenían por qué entrar. Es ley de vida, sólo eso.
Lo que no terminaba de entender muy bien era lo que ella le había hecho a la vida para que la tratara tan mal, para que se vengara de aquella manera tan cruel.
¿QUÉ TE HE HECHO? dime ¿Qué te he hecho yo? ... ¿y mis hijos?
Recordó todo lo que le quedaba por hacer y que tenía que empezar al día siguiente sin falta. Porque el horror no terminaba con el entierro de su marido, no, ahora tenía que poner todo en orden, empezar la batalla por seguir adelante, iniciar visitas a ventanillas y despachos, rellenar un sinfín de papeleos, solucionar el penoso tema económico, el del colegio de los niños ... tantas cosas que no sabía por donde empezar.
En aquella España de los sesenta ella no significaba nada, ni siquiera podía abrir cuenta en un banco sin el consentimiento de su marido, así que también perdió su nombre y apellido a partir de ahora sería la "Viuda de".
Firmaba como "Viuda de", en el buzón ponía "Viuda de", en todos los papeles oficiales era "Viuda de".
Y resulto que la "Viuda de" tenía derecho sólo a una mínima pensión de viudedad, tan mínima que no le daba ni para pagar la comunidad, y a sus hijos ... nada de nada. Si, eran hijos de funcionario pero sin derecho a pensión.
Las cuentas no salían y siete meses después estaba trabajando por las mañanas y estudiando por las tardes para poder optar a un puesto de funcionaria que al final consiguió.
Su hermana, la mediana, se fue a vivir con ellos hasta el día de su boda. Ella lo había querido así. La horrorizaba volver a vivir con sus padres, ya había bastante oscuridad en su vida. Su hermana traía alegría, adoraba a los niños y ellos a ella, llegado el momento viviría también con ellos su otra hermana, la pequeña ... ¿y después? después ya veremos.
No llevó luto, lo que la ocasionó más de un comentario malicioso, pero se negó a vestir de negro por que la sociedad dijera que debía hacerlo, tenia negro el corazón ¿no era suficiente? y los niños ... los niños tenían derecho a la luz, al color.
Era el inicio de una vida dedicada en cuerpo y alma a nosotros, sus hijos, a que no nos faltara de nada.
Era el comienzo de una mujer descubierta a sí misma y de lo que era capaz.
Estaba sola en aquella enorme casa donde lo único que se oía era el silencio ¿y ahora qué? ... y ahora que ...
Acababa de enterrar a su marido, ya estaba, ya no había duda, la había dejado sola con la enorme responsabilidad de salir adelante con sus dos hijos ... ¿como?
Durante la triste ceremonia todos habían sido muy amables y cariñosos, todos le repetían una y otra vez que no estaba sola, que la ayudarían, que contara con ellos, que iban a estar a su lado ... Pero ella sabia muy bien lo que pasa con las palabras ... y con las buenas intenciones. No, no les estaba juzgando, simplemente sabía que el tiempo iría pasando y que quienes aun no tenían la vida hecha estaban empezando a crearla y eso implica responsabilidades, unas responsabilidades en las que ni sus hijos y ni ella tenían por qué entrar. Es ley de vida, sólo eso.
Lo que no terminaba de entender muy bien era lo que ella le había hecho a la vida para que la tratara tan mal, para que se vengara de aquella manera tan cruel.
¿QUÉ TE HE HECHO? dime ¿Qué te he hecho yo? ... ¿y mis hijos?
Recordó todo lo que le quedaba por hacer y que tenía que empezar al día siguiente sin falta. Porque el horror no terminaba con el entierro de su marido, no, ahora tenía que poner todo en orden, empezar la batalla por seguir adelante, iniciar visitas a ventanillas y despachos, rellenar un sinfín de papeleos, solucionar el penoso tema económico, el del colegio de los niños ... tantas cosas que no sabía por donde empezar.
En aquella España de los sesenta ella no significaba nada, ni siquiera podía abrir cuenta en un banco sin el consentimiento de su marido, así que también perdió su nombre y apellido a partir de ahora sería la "Viuda de".
Firmaba como "Viuda de", en el buzón ponía "Viuda de", en todos los papeles oficiales era "Viuda de".
Y resulto que la "Viuda de" tenía derecho sólo a una mínima pensión de viudedad, tan mínima que no le daba ni para pagar la comunidad, y a sus hijos ... nada de nada. Si, eran hijos de funcionario pero sin derecho a pensión.
Las cuentas no salían y siete meses después estaba trabajando por las mañanas y estudiando por las tardes para poder optar a un puesto de funcionaria que al final consiguió.
Su hermana, la mediana, se fue a vivir con ellos hasta el día de su boda. Ella lo había querido así. La horrorizaba volver a vivir con sus padres, ya había bastante oscuridad en su vida. Su hermana traía alegría, adoraba a los niños y ellos a ella, llegado el momento viviría también con ellos su otra hermana, la pequeña ... ¿y después? después ya veremos.
No llevó luto, lo que la ocasionó más de un comentario malicioso, pero se negó a vestir de negro por que la sociedad dijera que debía hacerlo, tenia negro el corazón ¿no era suficiente? y los niños ... los niños tenían derecho a la luz, al color.
Era el inicio de una vida dedicada en cuerpo y alma a nosotros, sus hijos, a que no nos faltara de nada.
Era el comienzo de una mujer descubierta a sí misma y de lo que era capaz.
A ti mamá por ser enorme.