- Palmas palmitas ...
Mi niño se ríe y yo aprovecho para darle una cucharadita de papilla porque está empezando a probar alimentos e ir dejando su querido bibi.
- Cinco lobitos ...
Otra cucharadita. Hay que ir despacio, son nuevas texturas y nuevos sabores. Sigue riendo.
- El corro de la patata ...
Le gusta que le cante, se ríe a carcajadas y así jugando va comiendo sin darse cuenta.
- Mira cariño un avión ¡brrrrrrrr!
Y él mira la cuchara y abre la boquita.
- ¡Que bien! mi niño se va ha hacer muy grande.
Sigue riendo.
- El patio de mi casa ...
Casi hemos terminado.
- La gallina turuleta ...
Se me acaba el repertorio de canciones infantiles, pero no importa, volvemos a empezar, a él le gusta.
- Mira cariño, es la última.
Sigue riendo y hemos terminado con la papilla.
Levanta sus bracitos para que le coja y no puedo resistirme, así aprovecho y le lavo la carita, con tanta risa tiene papilla hasta en sus enormes pestañas.
- Ufff! mi amor, creo que también voy a cambiarte el pañal.
Pero cambiarle ya no es tan fácil, porque se revuelve y se mueve por toda la cama y se ríe cuando le cojo.
Le coloco para ponerle el pañal limpio y otra vez se da la vuelta y empieza a arrastrase por la cama. Para él es un juego y a mi me encanta verle reír.
Por fin ya está limpito, le cojo en brazos y le abrazo ¡huele también!, me vuelvo loca dandole besos y el se ríe y hace ruidos para acompañarme en mi locura.
Tiene sueño y le acuesto en su cuna. Se duerme enseguida y yo me quedo mirandole, no hay nada mejor en el mundo.
Parece mentira que una escena como esta, tan simple y habitual en cualquier parte del mundo, pueda dar tanta felicidad.
El domingo y el lunes mi niño estuvo en casa y ejercí de abuela, el lunes además le tuve solo para mi. No me importa parecer egoísta. Estos pequeños ratitos alimentan mi corazón.
Mi niño se ríe y yo aprovecho para darle una cucharadita de papilla porque está empezando a probar alimentos e ir dejando su querido bibi.
- Cinco lobitos ...
Otra cucharadita. Hay que ir despacio, son nuevas texturas y nuevos sabores. Sigue riendo.
- El corro de la patata ...
Le gusta que le cante, se ríe a carcajadas y así jugando va comiendo sin darse cuenta.
- Mira cariño un avión ¡brrrrrrrr!
Y él mira la cuchara y abre la boquita.
- ¡Que bien! mi niño se va ha hacer muy grande.
Sigue riendo.
- El patio de mi casa ...
Casi hemos terminado.
- La gallina turuleta ...
Se me acaba el repertorio de canciones infantiles, pero no importa, volvemos a empezar, a él le gusta.
- Mira cariño, es la última.
Sigue riendo y hemos terminado con la papilla.
Levanta sus bracitos para que le coja y no puedo resistirme, así aprovecho y le lavo la carita, con tanta risa tiene papilla hasta en sus enormes pestañas.
- Ufff! mi amor, creo que también voy a cambiarte el pañal.
Pero cambiarle ya no es tan fácil, porque se revuelve y se mueve por toda la cama y se ríe cuando le cojo.
Le coloco para ponerle el pañal limpio y otra vez se da la vuelta y empieza a arrastrase por la cama. Para él es un juego y a mi me encanta verle reír.
Por fin ya está limpito, le cojo en brazos y le abrazo ¡huele también!, me vuelvo loca dandole besos y el se ríe y hace ruidos para acompañarme en mi locura.
Tiene sueño y le acuesto en su cuna. Se duerme enseguida y yo me quedo mirandole, no hay nada mejor en el mundo.
Parece mentira que una escena como esta, tan simple y habitual en cualquier parte del mundo, pueda dar tanta felicidad.
El domingo y el lunes mi niño estuvo en casa y ejercí de abuela, el lunes además le tuve solo para mi. No me importa parecer egoísta. Estos pequeños ratitos alimentan mi corazón.