Nuestra vida está dirigida por algo intangible y abstracto, el Tiempo, un dirigente tiránico y dictador que no admite réplica y contra el que no vale un golpe de estado.
Impone su ritmo inexorable, no admite esperas ni prisas.
En los malos momentos queremos que desaparezca, que pase rápido para no sufrir, pero él es intransigente y sigue su ritmo.
Cuando somos felices lo queremos atrapar y frenar pero él se escapa.
Esperamos que acelere para que llegue ese momento o día ansiado.
Queremos que desaparezca cuando amamos, que se apure para olvidar, que nos acompañe rítmicamente como aliado, que no se convierta en enemigo.
Cuando vivimos intensamente los días son horas, éstas minutos y éstos se vuelven segundos.
Y la Vida hay que vivirla así, intensamente, porque nadie sabe si habrá otra y aunque la hubiera poco o nada podríamos reparar.
Uno, dos, tres, ... cada segundo que pasa se convierte inevitablemente en pasado, once, doce, trece, ... cada pensamiento de futuro ya ni siquiera es presente.
Cada letra que tecleo entra a formar parte de mi pequeña historia. Hace tiempo que coloque la N del principio y, aunque aun no sé que letra será la que indique el final, cuando la escriba será pasado.
Cuando leas esto en tu presente para mi será pasado, palabras que ya escribí y publiqué para iniciar la búsqueda de las que escribiré mañana.
Cada segundo es vital, único, inimitable, incalculable e irrecuperable y lo dejamos pasar. No hay mayor tesoro que cada uno de los segundos vividos, la suma de todos ellos representan lo que somos y sentimos.
La vida esta formada por cada uno de estos segundos, así son de importantes y valiosos. Es el poder del Tiempo y no corre en nuestra contra, somos nosotros los que nos quedamos en el camino observando un reloj estropeado cuyas manecillas no avanzan.
Impone su ritmo inexorable, no admite esperas ni prisas.
En los malos momentos queremos que desaparezca, que pase rápido para no sufrir, pero él es intransigente y sigue su ritmo.
Cuando somos felices lo queremos atrapar y frenar pero él se escapa.
Esperamos que acelere para que llegue ese momento o día ansiado.
Queremos que desaparezca cuando amamos, que se apure para olvidar, que nos acompañe rítmicamente como aliado, que no se convierta en enemigo.
Cuando vivimos intensamente los días son horas, éstas minutos y éstos se vuelven segundos.
Y la Vida hay que vivirla así, intensamente, porque nadie sabe si habrá otra y aunque la hubiera poco o nada podríamos reparar.
Uno, dos, tres, ... cada segundo que pasa se convierte inevitablemente en pasado, once, doce, trece, ... cada pensamiento de futuro ya ni siquiera es presente.
Cada letra que tecleo entra a formar parte de mi pequeña historia. Hace tiempo que coloque la N del principio y, aunque aun no sé que letra será la que indique el final, cuando la escriba será pasado.
Cuando leas esto en tu presente para mi será pasado, palabras que ya escribí y publiqué para iniciar la búsqueda de las que escribiré mañana.
Cada segundo es vital, único, inimitable, incalculable e irrecuperable y lo dejamos pasar. No hay mayor tesoro que cada uno de los segundos vividos, la suma de todos ellos representan lo que somos y sentimos.
La vida esta formada por cada uno de estos segundos, así son de importantes y valiosos. Es el poder del Tiempo y no corre en nuestra contra, somos nosotros los que nos quedamos en el camino observando un reloj estropeado cuyas manecillas no avanzan.