Tenía dos lunares estratégicos.
Uno estaba colocado en el cuello justo debajo del mentón, era de esos que sirven de comentario ligón de barra tipo:
- Mmm, como me gusta tu cuello y ese lunar que está diciendo bésame.
Yo para vérmelo tenia que levantar la cara ante el espejo.
El otro estaba situado en pleno escote. Era sexy y no lo escondía. Reconozcámoslo, las miradas de ellos van ahí directamente (vale, las de casi todos, perdón), así es que también recibía sus respectivos comentarios.
Como habréis observado estoy hablando en pasado ¿Por qué? ¡Porque la inflexible Ley de la gravedad nos llega a tod@s! Y si, los lunares siguen estando ¡Pero se han movido!
Cuando me miro al espejo el lunar del cuello lo veo perfectamente sin tener que levantar la cabeza ¿Se ha caído? ¡No! Ha iniciado su camino hacia el suelo ¿No dice eso la famosa Ley? Y si llevo escote el otro ¡No está! Y cuando lo encuentro casi ha llegado al ombligo ¿Me desabrocho entera la blusa para que se vea? Porque está claro que con el escote es imposible.
Hablando del ombligo, el mío era tan mono ... justo en el centro de la tripilla casi plana ... ¡Y ahora parece un donuts!
Y ¿A que viene todo esto? Veréis, un día vi algo, que aunque ya había oído hablar de ello, no había tenido la ocasión de apreciar in situ: ¡¡¡Las bragas que moldean, levantan y reducen el culo!!!
Son tamaño abuela (No yo, que seré abuela, pero estupenda ... más o menos) ¡Enooooormes! nada sexys, con ellas nada de pantalones de cintura baja y top cortos porque con el tamaño que tienen es imposible.
Así es que me puse a imaginar una escena habitual.
Chica conoce chico, chico liga con la chica y, si todo va bien, la cosa termina en casa de él o de ella o en un coche o en un descampado ¡que más da! Donde sea, y ahí empieza el show.
Ella que se quita la blusa o camiseta y luce un estupendo sujetador monííííísimo y sexy que le ha costado una pasta y que levanta y junta las tetas para lucir un canalillo increíble, claro que cuando se lo quita esas que estaban tan bien colocadas recuperan su espacio original, es decir, hacia abajo y una apuntando a Valencia y la otra a Badajoz (por ejemplo). Bien, primer ¡Ahhhhh! de él.
Seguimos. Ahora ella se quita el pantalón y aparecen esas enormes bragas antilujuria (segundo ¡Ahhhhh!) que cuando se las quita hace que se desparrame todo lo que sujetaban (tercer ¡Ahhhhh!).
Y ahí está, la dura (o blanda) realidad de ella y él que ¡por fin! se da cuenta de que nada es lo que parece.
Claro que ellos también tienen sus cosillas que lo del calcetín es de risa y lamentable, pero es que nosotras nos fijamos en otras cosas ¿o no?
Todo esto me recuerda a la Edad Media ¿Os imagináis?
- Espera que me quito la armadura y voy a por la llave del cinturón de castidad.
- Tranquilo, mientras me voy quitando las enaguas, la sobrefalda, me desabrocho el corsé, me deshago de los pololos ...
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