Con el titulo de esta entrada lo que pretendo es exponer una reflexión sobre lo que para mi significa construir una vida y con la que, por supuesto, podéis estar en desacuerdo.
Es evidente que a estas alturas ya tenemos una construcción que hemos ido forjando a base de nuestra educación, experiencias buenas y malas, proyectos realizados o no, ilusiones cumplidas o no.
En definitiva, está construida sobre los cimientos de nuestro pasado y casi con toda seguridad alguna vez se ha desmoronado y hemos tenido que volver a construirla.
Pero ahora, en el presente, queremos intentar construir nuestra vida de nuevo, afianzando los cimientos y tratando de asegurar dicha construcción para que se mantenga estable de cara al futuro.
Nadie nos puede asegurar que pasará mañana, la semana que viene o el próximo año, porque lo normal es que evolucionemos y lo que queremos y buscamos hoy, quizás no nos sirva o sea diferente a lo que esperábamos para ese futuro. Fundamentalmente porque no estamos solos.
Compartimos la vida con nuestra pareja, nuestros hijos, la familia, o con los imprescindibles amigos, y ellos forman parte de esa construcción que ahora queremos afianzar.
Forman parte de nuestra vida y esa construcción que creemos segura puede ser destruida. Decepciones, desilusiones, daños infringidos consciente o inconscientemente, dolor provocado o que provocamos y, de repente, va consiguiendo que nuestra construcción vital se vaya debilitando.
Pero también puede reforzarse a base de amor, entrega, disposición a compartir, respeto, abrirnos al mundo sin miedo, sin arrepentirnos de aquello que hemos hecho de corazón y no temer volver ha repetirlo, sinceridad y una comunicación imprescindible en la que hablemos sin miedo de nuestros deseos o carencias, y eso sólo depende de nosotros, de lo que estemos dispuestos a sacrificar en el proceso pero sin destruir a otros ni hacer daño gratuitamente, saber pedir perdón y hacerlo cuando es necesario, sino los cimientos de nuestra construcción se irán debilitando y antes o después caerá sobre nosotros causando daños irreparables, además de a los que nos quieren y no entienden lo que ha pasado.
Construir nuestra vida es complicado pero destruirla es muy fácil y, además, arrastramos con ello a quien menos lo merece y arrasamos y dañamos a todos los que nos quieren de verdad y sin pedir nada a cambio.
Sigamos construyendo sin destruir a nadie en el proceso.
Es evidente que a estas alturas ya tenemos una construcción que hemos ido forjando a base de nuestra educación, experiencias buenas y malas, proyectos realizados o no, ilusiones cumplidas o no.
En definitiva, está construida sobre los cimientos de nuestro pasado y casi con toda seguridad alguna vez se ha desmoronado y hemos tenido que volver a construirla.
Pero ahora, en el presente, queremos intentar construir nuestra vida de nuevo, afianzando los cimientos y tratando de asegurar dicha construcción para que se mantenga estable de cara al futuro.
Nadie nos puede asegurar que pasará mañana, la semana que viene o el próximo año, porque lo normal es que evolucionemos y lo que queremos y buscamos hoy, quizás no nos sirva o sea diferente a lo que esperábamos para ese futuro. Fundamentalmente porque no estamos solos.
Compartimos la vida con nuestra pareja, nuestros hijos, la familia, o con los imprescindibles amigos, y ellos forman parte de esa construcción que ahora queremos afianzar.
Forman parte de nuestra vida y esa construcción que creemos segura puede ser destruida. Decepciones, desilusiones, daños infringidos consciente o inconscientemente, dolor provocado o que provocamos y, de repente, va consiguiendo que nuestra construcción vital se vaya debilitando.
Pero también puede reforzarse a base de amor, entrega, disposición a compartir, respeto, abrirnos al mundo sin miedo, sin arrepentirnos de aquello que hemos hecho de corazón y no temer volver ha repetirlo, sinceridad y una comunicación imprescindible en la que hablemos sin miedo de nuestros deseos o carencias, y eso sólo depende de nosotros, de lo que estemos dispuestos a sacrificar en el proceso pero sin destruir a otros ni hacer daño gratuitamente, saber pedir perdón y hacerlo cuando es necesario, sino los cimientos de nuestra construcción se irán debilitando y antes o después caerá sobre nosotros causando daños irreparables, además de a los que nos quieren y no entienden lo que ha pasado.
Construir nuestra vida es complicado pero destruirla es muy fácil y, además, arrastramos con ello a quien menos lo merece y arrasamos y dañamos a todos los que nos quieren de verdad y sin pedir nada a cambio.
Sigamos construyendo sin destruir a nadie en el proceso.