¿Me das un beso? Te lo devolveré, y si te gusta repetiremos.
¿Me das un abrazo? Me uniré a ti, tan cerca de tu cuello que no podré evitar besarlo, como una caricia.
Estoy tan cerca de tu oído ¿Me dejas susurrarte lo que deseo?
Vuelvo a tus dulces labios y mis besos te confirman lo que quiero.
Los abrazos se convierten en caricias estudiando nuestros cuerpos. Cada caricia se va desprendiendo de aquello que estorba y acarician los brazos, las manos, mi pecho, la cintura ... Las caricias van aprendiendo y encuentran cada escondite, se adentran como sólo ellas saben, acariciando. Y con cada caricia nuestra unión se vuelve irrevocable.
Nuestros cuerpos ya se conocen, sin ver ni necesitar el tiempo, solos tú y yo como única existencia.
Nuestros cuerpos se han unido con la dulzura de las caricias, y son ellas las que han creado un sueño que volveremos a soñar.
