Mezclo mi infancia con mi trabajo y mis recuerdos con el presente.
Indudablemente todo está relacionado pero debo empezar por los motivos que me llevaron a esta situación.
Durante años he disfrutado trabajando en la misma empresa.
Fui pasando por distintos dptos. y distintos jefes.
Siempre saqué el lado positivo de cada uno de ellos y siempre aprendí algo.
Necesito tener mi mente activa y en cuanto la ocupación se volvía rutinaria me cambiaban de sitio.
Es verdad que he tenido mucha suerte en este sentido porque el departamento de RR. HH. me apoyó, animó y alentó por lo que les estaré agradecida eternamente, aún hoy me han demostrado que puedo seguir contando con ellos.
En la última etapa estuve en el departamento más bonito, creativo y agradecido de todos. Relacionado con la cultura, sociedad, relaciones humanas y organizaciones y actividades humanitarias, ha sido increíble.
Lamentablemente el responsable ha sido con diferencia el peor jefe. Un hombre sin personalidad que fomenta el enfrentamiento entre compañeros a base de cotilleos. Su despacho es como un plató de televisión en el que se realiza el peor de los realitys, primero entra uno y pone a caldo al que tiene al lado, después entra otro y lo mismo. Y yo no soy así, no sé hacerlo y no quiero aprender.
Cuando tengo un problema con alguien lo soluciono con el/ella, jamas he utilizado a ningún jefe para solucionar un problema con nadie. Como tampoco he sabido "vender" mi trabajo, sé lo que tengo que hacer y lo hago, y si no sé pregunto y si no me contestan me busco la vida, pero sé cual es mi responsabilidad y cumplo con ella.
Así me convertí en: trabajadora, inteligente pero con muchos defectos. Estas eran sus palabras para presentarme. Los demás eran encantadores, de toda su confianza y excelentes personas.
La primera vez que le oí presentarme no le hice mucho caso, la segunda tampoco me importó, pero cuando llevaba años escuchando lo mismo caí en su juego y empecé a dudar de mí. Dejé que me afectara su opinión y a creer que era yo la equivocada.
Cuando teníamos alguna reunión alababa el trabajo de los demás y criticaba mi actitud (no mi trabajo). Al final temía las reuniones y me creí todo lo negativo que decía de mí.
Terminé llorando a todas horas hasta que mis nervios no pudieron más y apareció el primer ataque de ansiedad.
Cuando el medico me diagnosticó depresión no me lo creía, eso no iba conmigo, yo no era así, pero sí, esa era yo.
Indudablemente todo está relacionado pero debo empezar por los motivos que me llevaron a esta situación.
Durante años he disfrutado trabajando en la misma empresa.
Fui pasando por distintos dptos. y distintos jefes.
Siempre saqué el lado positivo de cada uno de ellos y siempre aprendí algo.
Necesito tener mi mente activa y en cuanto la ocupación se volvía rutinaria me cambiaban de sitio.
Es verdad que he tenido mucha suerte en este sentido porque el departamento de RR. HH. me apoyó, animó y alentó por lo que les estaré agradecida eternamente, aún hoy me han demostrado que puedo seguir contando con ellos.
En la última etapa estuve en el departamento más bonito, creativo y agradecido de todos. Relacionado con la cultura, sociedad, relaciones humanas y organizaciones y actividades humanitarias, ha sido increíble.
Lamentablemente el responsable ha sido con diferencia el peor jefe. Un hombre sin personalidad que fomenta el enfrentamiento entre compañeros a base de cotilleos. Su despacho es como un plató de televisión en el que se realiza el peor de los realitys, primero entra uno y pone a caldo al que tiene al lado, después entra otro y lo mismo. Y yo no soy así, no sé hacerlo y no quiero aprender.
Cuando tengo un problema con alguien lo soluciono con el/ella, jamas he utilizado a ningún jefe para solucionar un problema con nadie. Como tampoco he sabido "vender" mi trabajo, sé lo que tengo que hacer y lo hago, y si no sé pregunto y si no me contestan me busco la vida, pero sé cual es mi responsabilidad y cumplo con ella.
Así me convertí en: trabajadora, inteligente pero con muchos defectos. Estas eran sus palabras para presentarme. Los demás eran encantadores, de toda su confianza y excelentes personas.
La primera vez que le oí presentarme no le hice mucho caso, la segunda tampoco me importó, pero cuando llevaba años escuchando lo mismo caí en su juego y empecé a dudar de mí. Dejé que me afectara su opinión y a creer que era yo la equivocada.
Cuando teníamos alguna reunión alababa el trabajo de los demás y criticaba mi actitud (no mi trabajo). Al final temía las reuniones y me creí todo lo negativo que decía de mí.
Terminé llorando a todas horas hasta que mis nervios no pudieron más y apareció el primer ataque de ansiedad.
Cuando el medico me diagnosticó depresión no me lo creía, eso no iba conmigo, yo no era así, pero sí, esa era yo.
No hay comentarios :
Publicar un comentario