Los recuerdos son como los colores.
Los hay apagados, tristes y oscuros, pero también existen los vivos, alegres y brillantes.
Unos aparecen sin necesidad, ni los he llamado ni los quiero. Pero hay otros y soy yo quien decide que estén conmigo y ahí permanecen.
Los buenos recuerdos se crean de infinitas maneras.
Las personas cercanas que quiero y me quieren son los "culpables" de la mayoría y los mejores de ellos. Otros llegan según he ido cumpliendo sueños, objetivos, proyectos realizados o en esas situaciones inesperadas y sorprendentes.
Por otro lado están los amigos.
Los incondicionales sé que están y saben que estoy sea bueno o malo, da igual, me empujan para coger fuerza, me regañan o felicitan cuando hace falta y viceversa. Juntos vamos creando buenos recuerdos.
Luego hay otros en los que la confianza se transforma en decepción. Ocurre más de lo deseado y sé que la causa es una inocencia que no quiero perder o quizás creo demasiadas ilusiones.
Aquí es donde entra el perdón o el olvido y ambas posibilidades significan seguir adelante a pesar de todo.
Las experiencias enseñan ya sean buenas o malas, el caso es querer aprender de ellas o si yo puedo hacerlo.
Siendo sincera conmigo misma, porque tiendo a engañarme, me resulta difícil ver el lado negativo en depende que relaciones. Son aquellas en las que ese sexto sentido, y los otros cinco, me recuerdan mi sensatez. Pero ya he recurrido a ella y si me engaño lo hago conscientemente ¿Raro no? Resulta complicado de explicar.
En ocasiones las decepciones ni siquiera llegan a serlo porque sé cual es el final, aunque alguna de ellas se convierte tiempo después en una mala experiencia que me hace sentir "ruin o insignificante" por poner algún adjetivo al cumulo de sentimientos que provoca una situación absurda y lo que era un buen recuerdo, a pesar de todo, se convierte en pesadilla sin ningún sentido.
Lo habitual es que la falta de comunicación sea la culpable en estas situaciones. Hablar soluciona casi todos los errores que cometí y se cometieron.
El mal sabor de boca permaneció, pero poco a poco se fue desvaneciendo para dar paso a otras sensaciones más conocidas y me hicieron ver con claridad que, para bien o para mal, mi yo no ha desaparecido.
Como el azul del Cielo y mi Mar sigo teniendo confianza y sé que es la tolerancia.
Conozco el optimismo y la vitalidad que inspira el rojo pasional.
Atesoro ternura, energía para renovar y la valentía de arriesgar que refleja el amarillo del Sol.
Mantengo la sonrisa sincera que a nadie niego, el corazón abierto y la ilusión en su sitio.
¿Perdono? Si. Me quedo con lo mejor, los colores vivos y alegres, los buenos recuerdos.
Y si soy yo quien decepcionó pido perdón.
¿Olvido? No. Quiero seguir recordando recuerdos que merecen ser recordados.
Son alegres y significan felicidad.
Los hay apagados, tristes y oscuros, pero también existen los vivos, alegres y brillantes.
Unos aparecen sin necesidad, ni los he llamado ni los quiero. Pero hay otros y soy yo quien decide que estén conmigo y ahí permanecen.
Los buenos recuerdos se crean de infinitas maneras.
Las personas cercanas que quiero y me quieren son los "culpables" de la mayoría y los mejores de ellos. Otros llegan según he ido cumpliendo sueños, objetivos, proyectos realizados o en esas situaciones inesperadas y sorprendentes.
Por otro lado están los amigos.
Los incondicionales sé que están y saben que estoy sea bueno o malo, da igual, me empujan para coger fuerza, me regañan o felicitan cuando hace falta y viceversa. Juntos vamos creando buenos recuerdos.
Luego hay otros en los que la confianza se transforma en decepción. Ocurre más de lo deseado y sé que la causa es una inocencia que no quiero perder o quizás creo demasiadas ilusiones.
Aquí es donde entra el perdón o el olvido y ambas posibilidades significan seguir adelante a pesar de todo.
Las experiencias enseñan ya sean buenas o malas, el caso es querer aprender de ellas o si yo puedo hacerlo.
Siendo sincera conmigo misma, porque tiendo a engañarme, me resulta difícil ver el lado negativo en depende que relaciones. Son aquellas en las que ese sexto sentido, y los otros cinco, me recuerdan mi sensatez. Pero ya he recurrido a ella y si me engaño lo hago conscientemente ¿Raro no? Resulta complicado de explicar.
En ocasiones las decepciones ni siquiera llegan a serlo porque sé cual es el final, aunque alguna de ellas se convierte tiempo después en una mala experiencia que me hace sentir "ruin o insignificante" por poner algún adjetivo al cumulo de sentimientos que provoca una situación absurda y lo que era un buen recuerdo, a pesar de todo, se convierte en pesadilla sin ningún sentido.
Lo habitual es que la falta de comunicación sea la culpable en estas situaciones. Hablar soluciona casi todos los errores que cometí y se cometieron.
El mal sabor de boca permaneció, pero poco a poco se fue desvaneciendo para dar paso a otras sensaciones más conocidas y me hicieron ver con claridad que, para bien o para mal, mi yo no ha desaparecido.
Como el azul del Cielo y mi Mar sigo teniendo confianza y sé que es la tolerancia.
Conozco el optimismo y la vitalidad que inspira el rojo pasional.
Atesoro ternura, energía para renovar y la valentía de arriesgar que refleja el amarillo del Sol.
Mantengo la sonrisa sincera que a nadie niego, el corazón abierto y la ilusión en su sitio.
¿Perdono? Si. Me quedo con lo mejor, los colores vivos y alegres, los buenos recuerdos.
Y si soy yo quien decepcionó pido perdón.
¿Olvido? No. Quiero seguir recordando recuerdos que merecen ser recordados.
Son alegres y significan felicidad.