- Mamá ahora que puedes salir y entrar cuando quieras ¿Por qué no lo haces y empiezas a vivir? Eres joven y puedes disfrutar.
- Esta casa es demasiado grande ¿No has pensado venderla y compararte una más pequeña y
cómoda?
Cada vez que alguno de sus cinco hijos venía a verla decía lo mismo, como si fuera
una de aquellas lecciones que se aprendían de memoria en el colegio.
Tenía la sensación ... no, estaba segura de que eran conversaciones ya preparadas entre ellos, querían pensar por ella, decidir por ella, lo que no veían es que ella sabía lo que quería porque aun pensaba y decidía sobre su Vida.
Siempre había vivido ¿Qué se creían? Y la casa es grande si, pero es en la que crecieron.
Jugaban, corrían por los pasillos, se enfadaban, traían a los amigos y después a sus novios. Pero lo más importante, todos disfrutaron de su padre.
Dios se lo llevó antes de lo que hubieran querido ¿Ya no se acuerdan? La casa estaba llena de recuerdos y no estaba dispuesta a renunciar a ellos ni dejarlos allí.
No era una persona triste ni melancólica, sin embargo cada una de sus arrugas era una alegría, trastada, pelea y orgullo por ellos, despedidas y tristezas, todo estaba reflejado en su rostro y vivía en su corazón.
Aquella casa
'demasiado grande' no era
'incomoda'. Cuando se quedó sola analizó cada habitación, tabique, mueble, etc. y decidió que era el momento de ponerla a su gusto. Tenía un cuarto de estar cómodo y sencillo, el salón era más grande porque la familia crecería, tiró paredes, modernizó la cocina y lo que más le gustaba, con tantas obras la casa estaba llena de luz, llegaba a cada rincón y era alegre.
Esa
'casa' era el nexo de unión familiar, un sentimiento que dolorosamente parecia haber perdido sentido.
Ella se había criado de otra manera.
A sus padres se dirigía siempre de usted,
‘padre’ y
‘madre’. Al colegio fue el tiempo necesario para aprender las letras y los números.
A partir de ese momento su vida se limitó a coser y bordar el ajuar que se llevaría tras la boda y ayudar a su madre para aprender a ser una buena ama de casa.
Sus padres no dejaban de repetirle que tenia que dar gracias al Altísimo por vivir en la Capital, porque si hubieran estado en el pueblo su obligación seria ayudar a padre en el campo durante el día y sólo cosería por la tarde.
Madre no había sido bendecida con más hijos y eso hacia que toda la responsabilidad cayera sobre ella.
Tuvo novio a la edad que tenía que tenerlo y con la aprobación de padre y madre.
Nunca dieron motivo para habladurías o cotilleos y se casaron pasado el tiempo que acordaron los padres de ambos.
Dios quiso darles cinco hijos sanos y fuertes para orgullo de su esposo y el suyo.
Se acordaba ahora de la Paca que andaba seca y enlutada desde que pasado el tiempo no se embarazó y nunca lo logró.
Pero el sinvergüenza de su esposo iba preñando a toda guarra que se dejaba. Y bien que se lo restregaba a
la Paca.
- Estás seca mujer, que yo soy hombre y hago hijos.
Sus hijos no les llamaron de usted, pero nunca le importó.
Se educaron bien, les enseñaron buenos modales, fueron al colegio y a la universidad.
Eso si, cada uno tuvo más de un novio y eso ella no lo entendía. Como que pasaran los años y ninguno se casara.
Tenia ganas de nietos y a ese paso creía que no llegarían. Pero llegaron y se sintió feliz. Creyó que disfrutaría de ellos y les vería crecer.
Se equivocó, fueron a guarderías, tuvieron niñeras que les recogían y les daban de merendar.
(continuará)